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El diseñador francés André Courrèges, que revolucionó la alta costura en los años 60, falleció el pasado 7 de enero, tras 30 años de lucha contra el Parkinson's.
Tras diagnosticarle la enfermedad, André Courrèges se retiró de su negocio a mediados de los 90, para centrarse en pintar y en esculpir, mientras que su pareja, Coqueline, decidió coger las riendas de la Casa Courrèges. En 2011, el matrimonio Courrèges decidió entregar “50 años de vida intrasmisible” a otro dúo, Jacques Bungert y Frédéric Torloting, para que la marca continuara su viaje hacia el futuro.
Los presidentes de Courrèges, Jacques Bungert y Frédéric Torloting, han asegurado que “durante toda su vida, André Courrèges, junto a Coqueline, no ha parado de evolucionar, siempre inventando algo un paso por delante: un diseñador visionario, que consiguió ver lo que el siglo XXI demandaba y que creía en el progreso. Esto es lo que hizo a Courrèges moderno, hasta día de hoy. Todos nuestros pensamientos están con su familia, a quienes tenemos en nuestro corazón...”.
André Courréges se sintió atraído por el dibujo desde muy temprana edad, también por la arquitectura, por la pintura y, por supuesto, por la moda. Pero su pasión por la arquitectura le permitió graduarse como ingeniero en la Escuela Nacional de Puentes y Caminos, antes de elegir su verdadero destino: convertirse en diseñador.
En 1950 fue contratado por Balenciaga, donde aprendió su oficio y siendo en esta etapa cuando conoció a su contraparte creativa, Coqueline, que permaneció a su lado como compañera de vida y de ambiciones. Como dúo crearon Courrèges en 1961 y André Courrèges definió su propio estilo, promoviendo el uso de pantalones, botines blancos, acortó los bajos, escapó de los sombreros...
En el año 1965 llegó la “revolución Courrèges”: una nueva idea de moda que intencionadamente se olvidó de las convenciones, elaborando todo bajo una misma línea: la minifalda arquitectónica, el color blanco y las formas estructurales. La mujer moderna vio la luz.
André Courrèges constantemente confirmó su estilo, que no fue sólo “una visión estética, sino algo que conectaba con una profunda filosofía, y se definía como una forma de vida”. Una forma de vida expresada mediante la creación del futuro en la alta costura en 1967, el ready-to-wear en su momento de mayor esplendor: técnica, calidad, accesibilidad, con cortes y telas que crearon el renombre internacional que adquirió Courrèges.
Le siguieron, además, otras revoluciones con la introducción de los pantalones capri, los panties, los perfumes, su adorado Eau de Courrèges, la creación de su propia fábrica en Pau... Todo esto asumido por un hombre que vivió su vida como la de un atleta, obsesionado con el rugby y con el baloncesto, un trabajador incansable y un artista polifacético.